jueves, 11 de septiembre de 2008

Feliz día del maestro

La verdad que ser maestro es un sacerdocio. Tengo la suerte de ser docente en una universidad privada, con alumnos con ganas de ser periodistas, bien comidos, bien vestidos, con celular y facebook. Pero empezando por mi mamá y mi hermana, pude conocer a muchos maestros del conurbano que soportan mil penurias por darle algo mejor a los que menos tienen. Ellos se merecen este día.
Lo que me indigna es que sea precisamente Domingo Faustino Sarmiento quien los represente. Sarmiento es la antitesis del maestro abnegado que da su vida por lo que menos tienen. Sarmiento es la imagen del político que quiso regalar nuestra Patagonia a Chile, el unitario que proponía el exterminio del indigena y el gaucho, el que traía maestras de EE.UU. para domesticar a nuestro pueblo salvaje e ignorante mientras él hacía negocios para los oligarquía autoctona, el que planteaba como un dilema insalvable la consigna civilización y barbarie cuando él mismo fue parte de la barbarie que exterminó los movimientos federales en la Argentina.
Sí, está bien, iba siempre a la escuela, fundó un par de colegios y poco más.
Sarmiento es Julio Argentino Roca, es Bartolomé Mitre, es Bernardino Rivadavia, es lo peor de la historia de nuestro país.
¿Cómo puede ser que aún lo tengamos como un ejemplo de Educación? ¿Cómo es posible que su retrato se encuentre en las aulas de las escuelas argentinas?
Los argentinos tenemos esa rara virtud de tener por próceres a los que nos jodieron la vida.

2 comentarios:

Analía Argento dijo...

Coincido en los grandes ejemplos, mi mamá y mi hermana son maestras, en la escuela y en la vida.
Mi mamá siempre dio clases en colegios humildes, con chicos llenos de piojos y con mucho hambre en la panza. A muchos de sus alumnos todavía los recuerdo, me abrazaban a mí porque la querían a ella. Y ella me pedía que delante de los chicos, esos que iban a la escuela golpeados, maltratados por sus padres cuando los tenían o sólo por la taza de leche y el sánguche de felipe con dos fetas de mortadela o salchichón al medio, le dijera señorita y no mamá, para que no sintieran la diferencia. De grande di una suplencia de una semana en una de esas escuelas humildes (en la Patagonia), los pibes se me tiraban encima y me abrazaban. Recuerdo que alguien me dijo ¡uy, no te dejes abrazar, están llenos de piojos!. No soy una heroína pero me indignó el comentario, ¡qué carajo me importan los piojos cuando un pibe necesita cariño! Lástima que a mí mamá no le puedo tocar a Sarmiento, muchas de las maestras de antes aunque muy buenas siguen teniendo gran respeto por sus próceres. Feliz día, a los buenos maestros!

Anónimo dijo...

Este año, cuando acompañé a mi hijo en su primer día de escuela, me encontré con la horrible sorpresa de que en los colegios públicos de la CABA tienen que pasar el himno a Sarmiento en TODOS los actos. En fin, no me asombró en ese momento y menos ahora a juzgr por la política educativa que Macri viene implementando. Muy a fín a su ideología....