jueves, 7 de agosto de 2008
El Estado debe garantizarnos un trabajo digno, no San Cayetano
Como cada 7 de agosto los grandes medios de comunicación nos inundan con imágenes de los fieles que concurren a la Iglesia de Liniers. Lo mismo ocurre con la Virgen de Luján, la de Desatanudos, la de San Nicolás y tantos otros. Periodistas que se han confesado ateos, agnósticos o no practicantes empiezan a detallar historias de milagros en los que no creen. Miles de argentinos, en la desesperanza de la vida cotidiana, ponen sus vidas en promesas vanas de un amor que no es correspondido. Allá ellos, es su derecho. Pero que comunicadores sociales, en pleno siglo XXI, sigan difundiendo mitos sin contraponerlos con cuestionamiento alguno, me dan vergüenza ajena. Que nadie diga una sola palabra sobre los sacerdotes pederastas, corruptos, los que bendijeron las torturas de la dictadura militar, los que siguen aferrados a creencias propias del medioevo como el celibato, me rebela. Sin dudas, nadie puede negar que miles de personas soportando inclemencias climáticas durante varios días para venerar a su santo es "noticiable". Pero que se lo haga sin un mínimo de crítica es cínico, hipócritica y es tranzar con sus propios valores. Un periodista que hable bien de un político por presiones políticas es inadmisible. En cambio, pareciera ser que el poder de la Iglesia es aún demasiado poderoso y que pocos se animan a enfrentarlo. Además, es el Estado el que debe garantizarnos un trabajo digno, ahí es donde debemos dirigir nuestras miradas.
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1 comentario:
En un país donde parece revolucionario un proyecto de ley que le permitiría a las mujeres violadas que hayan quedado embarazadas hacerse un aborto, todo lo demás está por encima de esa línea. Como buenos hijos de españoles e italianos cargamos con el (tremendo) peso de la iglesia católica sobre nuestras espaldas. Tratemos de ir poniendo cada cosa en su lugar. Hagamos contrapeso.
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